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8 abr 2010

Sexo en colegios

Publicado por El Profe  Etiquetas: prepagossexo

El sexo ‘prepago’ llegó al colegio.
Por unos tenis, un bluyín o una camiseta de marca, estudiantes de colegios públicos y privados de ciudades medianas y capitales del país están teniendo sexo con adultos.

La modalidad de los ‘prepago’ se conoció en la época de los mafiosos, quienes pagaban los estudios universitarios en instituciones de prestigio a jóvenes muy lindas que no tenían recursos económicos para financiarlos.




"Fue por la presión de mis amigos"

“Definitivamente soy muy avispada. Sin tener plata logré conseguir ropa de marca y llegar al colegio en carro como mis demás compañeros”.

Esas palabras aún siguen asombrando a la psicóloga que ayuda a Lucía* a salir del mundo en el que vivió por dos años. A los 11 años esta niña de clase media entró a estudiar a un colegio élite de Bogotá. Sus padres querían la mejor educación para ella y unas buenas relaciones sociales.

La pequeña no aguantó la presión de sus compañeros que siempre vestían con ropa de marca y llegaban en carro al colegio. Lucía, por vivir cerca, caminaba sola desde su casa. Así fue que conoció a un hombre que podría ser su papá. Merodeaba el lugar en un auto que llamaba su aten-ción. Primero se hizo su amigo y, después, empezó a llevarla hasta el colegio a cambio de que se dejara besar y tocar. Le compró la anhelada ropa y le pidió mucho más.

La niña estaba feliz porque podía aparentar entre sus amigos sin tener que dar explicaciones a sus padres, pues estaban en proceso de separación y eso les impedía estar pendientes de ella.

Sin embargo, cuando se quedó sola con la mamá, las cosas comenzaron a cambiar, y una noche cometió el error de no llegar. Después, ella le encontró pantuflas de las que dan en algunos moteles.

‘Yo les consigo las niñas’

“Juego con mis amiguitas a la hora del descanso en el colegio y les voy echando el cuento. Ellas ya saben lo que es el sexo, así que cuando les propongo que si se quieren ganar 10 mil pesos de manera fácil, saben a lo que se atienen”. María tiene 15 años. Sus párpados están adornados por una excesiva sombra azul que poco combina con la blusa verde del Atlético Nacional y la falda roja descaderada que acomoda permanentemente. Sus uñas están roídas porque se las come cuando está nerviosa o habla con un desconocido, algo que hace constantemente. “Me llaman para decirme cuántas mujeres necesitan y yo las llevo. A mí me dan 15 o 20 mil pesos por dos o tres niñas que le de al taxista (trabaja con el proxeneta). Él se las lleva a otra persona y ahí si no sé qué pasará”. María sabe que no está bien lo que hace, aunque no tiene idea de qué es un proxeneta y espera que “cuando sea grande” Dios la perdone. Ahora está a la ‘caza’ de compañeras de salones distintos a los de ella, pues sus clientes están pidiendo más niñas. También en el barrio está reclutando jovencitas que están muy dispuestas. “Varias no tienen la necesidad de ganar plata, son viejas que lo hacen porque les gusta y quieren comprar ropa o celulares. “Cuando tengo relaciones sexuales no me cuido porque me pagan más por estar sin condón. Además no sé poner-lo todavía”, confiesa.

María Mercedes tiene un dilema moral. Estudiantes de 13 y 14 años, de ambos sexos, se han acercado a ella a confesarle que son jóvenes ‘prepago’. A cambio de ropa de marca o plata para comprarla se dejan tocar de adultos e incluso tienen relaciones con ellos.
“Personas mayores los recogen en la esquina del colegio y les pagan hasta 300 mil pesos para que se compren tenis y bluyines de marca por un rato de sexo. Después los dejan en la casa. Lo hacen para aparentar, no porque necesiten”.

Ella es la psicopedagoga (orientadora o consejera, como las llaman en otras instituciones) de un colegio público cercano a la comuna 13 de Medellín. En el último año varios alumnos (hombres y mujeres) le han contado que están enamorados del adulto que los está explotando o que quieren dejarlo pero no pueden.

“Yo tendría que denunciar eso, pero ellos me están haciendo sus confidencias, soy como un sacerdote. Si cuento, ellos jamás volverán aquí. Además, atiendo a 5.000 estudiantes, quién volvería a creer en mi”.

Medellín no es la única ciudad en la que se presenta esta nueva modalidad de explotación sexual comercial infantil (como la llaman las fundaciones que trabajan en el tema). También se ve en colegios públicos y privados de Bogotá, Montería (Córdoba), Girardot (Cundinamarca), Calarcá (Quindío), Cartago (Valle), Barranquilla (Atlántico), Cartagena (Bolívar) y Villavicencio (Meta).

En esta última ciudad, la Sijín calcula que de las 400 mujeres que ejercen la prostitución, entre 250 y 300 son colegialas, que están entre los 12 y 17 años. La modalidad ha sido tan estudiada aquí que las autoridades ya crearon un programa para las escuelas.

“En general, hay mayor incidencia en ciudades grandes y capitales porque allí niños y jóvenes están más pendientes de la moda, y por ella están dispuestos a hacer lo que sea”, explica Esperanza Joves, responsable del área de infancia de la Fundación Esperanza, que trabaja en prevención de la explotación sexual.

Hace tres años esta institución comenzó a tener conocimiento de estos casos. “No sabemos si el fenómeno existía antes, pero desde esa época empezó a visibilizarse”, agrega Joves.

Fenómeno, en crecimiento La Fundación Renacer, otra institución que desde hace 16 años trabaja en prevención y atención de la explotación sexual, hace dos años abrió en Bogotá un programa para atender a jóvenes escolarizados, que viven en sus casas y ejercen la prostitución. En el primer año recibió el caso de una niña ‘prepago’, mientras que en el segundo ha atendido hasta 25 en un mes.

“Es más fácil para el proxeneta darle un celular a un niño para contactarlo cuando tiene un cliente, que tenerlo en el prostíbulo –explica Estella Cárdenas, directora de la Fundación–. Le pone la cita en su casa o lo recoge en la de un amigo”.

En Villavicencio, según la Sijín y el Centro de Atención Integral al Menor Abusado Sexualmente (Caima), la masificación del uso de los celulares, gracias a los planes económicos, ha permitido a los proxenetas utilizar este medio que es complicado de rastrear.

“A veces solicitamos a las empresas de comunicaciones mapas de las llamadas, pero la respuesta puede durar hasta tres meses. Cuando marcamos el celular, ya han cambiado de número”, dijo un investigador.

Los mismos compañeros de los estudiantes son los que se encargan de convencerlos. Les hablan de manera directa y se los muestran como algo fácil y muy lucrativo. Una labor de paciencia, que también resulta provechosa para ellos.

Más que ropa de marca Las autoridades de Villavicencio que trabajan en los casos, así como los especialistas de las fundaciones, han encontrado que no solo por ropa de marca los menores están consintiendo la explotación, también lo hacen para tener celular, ir a sitios que no están en capacidad de frecuentar e incluso para financiar sus drogas.

“En Cartagena, por ejemplo, –señala Cárdenas– hemos encontrado que las adolescentes se paran en las entradas de discotecas o de fiestas de barrio y con tal de que les paguen el cover y lo que consumen, aceptan que las toquen”.

Para los psicólogos, las historias de estos estudiantes muestran un trastoque de valores, pero también un abandono por parte de los padres que no están enterados de qué hacen sus hijos, a quiénes frecuentan y cómo obtienen la ropa que se ponen.

“Dicen que un amigo se los regaló o que alguien se los prestó. Ellos no dimensionan lo que están haciendo porque están en la búsqueda de reconocimiento, de identidad y autonomía”, señala Joves.

Lo peor, según Victoria Eugenia Giraldo, directora de la Fundación Esperanza, es que el colegio dejó de ser el sitio en el que se cuida a los niños de los peligros que los acechan. “La escuela ya no es una garantía”


Piden cambios en los planteles

Las alcaldías de Girardot (Cundinamarca), Calarcá (Quindío), Barranquilla (Atlántico), Villavicencio (Meta) y Cartago (Valle) se unieron con el Ministerio de la Protección Social, el Icbf y la Organización Mundial del Trabajo (OIT), entre otros, para atender a niños víctimas de explotación sexual y prevenir que más sean cautivados en los colegios.

En Villavicencio, por ejemplo, se está realizando un programa de sensibilización en los planteles educativos y de diagnóstico para elaborar el perfil de los niños explotados. Además, la Red de Explotación Sexual Comercial Infantil (Esci) sugirió a la Secretaría de Educación y a las colegios restringir el uso de los celulares en las clases, así como disminuir o abolir los trabajos en grupos fuera de las aulas, porque son la disculpa de los estudiantes para quedarse por fuera de la casa.

Varios ya han acogido las medidas. El rector de uno de los colegios más grandes de Villavicencio, asegura que fortaleció el programa de educación sexual y ahora los profesores profundizan en materias como religión, sociales y educación física

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